Universidad Católica Boliviana "San Pablo"

47 hospitalarios. Por esta razón se puede decir, que la pobreza tiene una fuerte relación con la mala salud ya que existe acceso limitado a la atención médica. Al existir tantos cambios físicos como los descritos en el apartado anterior es que se asocia al envejecimiento con un incremento en la incidencia de diversas enfermedades crónicas. En las personas mayores incluso una enfermedad o lesión leve tiene fuertes repercusiones en su organismo (Cf. PAPALIA, 2004). De esta manera, se reconoce que la salud en la vejez es un reflejo de factores intervinientes a lo largo de toda la vida, que van desde factores relativamente incontrolables como los asociados con la herencia y otros más controlables como la nutrición (aunque frecuentemente determinada por condiciones socioeconómicas), las oportunidades de educación y trabajo, el acceso a los servicios de salud, así como el comportamiento humano caracterizado por conductas protectoras de la salud en el estilo de la vida. En edades previas de la vejez deben centrarse los esfuerzos en programas de promoción a la salud como una forma de evitar el envejecimiento deteriorado y contribuir al envejecimiento exitoso (REYNOSO; SELIGSON, 2002: 196). No solo la enfermedad sino cualquier pérdida o anormalidad de tipo fisiológico que presenta un individuo le afecta también a nivel social y en el desenvolvimiento de sus actividades diarias. Existe el concepto de viejo sano que es aquel que es capaz de enfrentar el proceso de cambio adaptándose a sus limitaciones y logrando satisfacción a nivel personal (Cf. CORNACHIONE, 2008). La mala salud en los adultos mayores se manifiesta en la perdida de los roles sociales, autonomía y en las consecuencias funcionales que tiene las enfermedades. (Cf. GARCÍA et al, 2006). Entre las enfermedades más importantes en la vejez y que constituyen causa de mortalidad se encuentran las enfermedades crónicas. Los factores de riesgo para estas enfermedades según diversas investigaciones son la edad, el sexo, el hábito de fumar, el estrés social, el alcoholismo, los altos niveles colesterol y triglicéridos en sangre, el sedentarismo, el exceso de peso y la correspondiente obesidad (Cf. MARTÍNEZ; FERNÁNDEZ, 2008).

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