Universidad Católica Boliviana "San Pablo"
11 alimento incluso por el resto de sus días si lo necesitaban, considerando que podrían vivir más de setenta años según lo muestra el 10.2% de una muestra de 2022 inscripciones funerarias de los griegos de la época de Hipócrates” (Quintanar, 2000, p.110). Del siglo VII al IX, se extiende la moda del retiro voluntario, con la proliferación de los grandes monasterios donde se ofrece alojamientos para los ancianos. Los monjes se ven beneficiados con generosas donaciones de los ricos retirados, y esta idea es importante ya que, gracias a esta condición, los monjes y monjas contaban con instalaciones donadas que podían explotar para su beneficio aun en nuestros días, por esta razón se alentaba este movimiento entre la sociedad. Es importante reconocer que en estas condiciones se prevén dos tipos de regímenes totalmente diferentes que marcan aún la organización de muchos asilos religiosos en la actualidad, unos llevan una vida casi monástica participando en los oficios de la comunidad y viviendo con los monjes, otros son alojados aparte y reciben pensión alimenticia. (Quintanar, 2000, p.114). A comienzos del siglo XII, los monasterios se convierten en refugios donde la nobleza envejecida se pone a cubierto del tiempo, esa nobleza era la que brindaba mucho de los recursos con los cuales se podían mantener los monasterios y que les permitían atender a tanta gente necesitada (Quintanar, 2000, p.118). Durante el siglo XVI, se permitía a los varones llegar a edades más avanzadas. En los medios aristocráticos ocurre lo mismo con las mujeres, rompiendo con lo que había sido la tradición. Es probable que la actitud de cortesanos y humanistas respecto a la vejez era sólo una postura literaria, pues en la realidad cotidiana, la relación era más benevolente. Hasta el siglo XIX, se privaba el derecho de retiro voluntario para los ancianos pobres (Quintanar, 2000, p.115-116). Durante la primera mitad del siglo XX en España se instauraron instituciones para ancianos pobres atendidos por órdenes religiosas en las que convivían conjuntamente con enfermos, dementes y huérfanos, es decir, eran instituciones que acogían a todo tipo de población que no tenía atención familiar, bajo la tutela de la Iglesia. Sólo después de la Segunda Guerra Mundial la institución se especializó al equiparse para ofrecer servicio médico. En ese periodo se hizo accesible el ingreso a estos establecimientos a las personas de la tercera edad de clase media o superior (Barenys, 1992, p.124). Los asilos para ancianos indigentes dieron paso a las residencias para la tercera edad, atendidas no sólo por religiosas, como los antiguos asilos, sino que son gestionadas y atendidas, mayoritariamente, por personas que pertenezcan o no a la administración pública.
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